María es la persona más bonita y más sensible que he conocido jamás. Igualmente, como vengo advirtiendo desde hace tiempo pero sin mucho éxito, también es una auténtica bicha que se esconde detrás de su carita angelical para que no penséis que en cualquier momento va a reírse bien agusto mientras te señala con el dedo cuando tropieces y te caigas en plancha en el más sucio de los charcos… Ella no quiere ser así, pero está en su naturaleza. Es parte de su encanto natural y lo reconozco, es una de las cosas que me enamoró de ella, a pesar de ser yo mismo el del charco muchas veces. 

María nació hace casi ya 30 años, aunque no lo parezca, en Zaragoza. Normalmente suele tener una altura de entre 153 y 154 cms y un peso que puede variar entre los 45 y los 55 kgs. Ojos verdes, sonrisa grande. Pies pequeños y culo duro. Desde bien pequeñita se empeñó en demostrar que el único tamaño que importa en una persona es el de su corazón. Sobretodo gracias a unos papas que le han enseñado que lo más importante en esta vida es  querer y cuidar a quienes más te quieren y una hermana que la ha cuidado y la ha ayudado siempre…¡Klapaucius! 

Guarde, Cole, Insti, Universidad, Masters, Idiomas, Posgrados, Opos… Zaragoza, Zarautz, Madrid, Méjico, Hungría, Tailandia, Grecia, Italia, Jordania, Inglaterra, Holanda, Escocia, Marruecos, EEUU, Francia, Portugal… Estudiar y viajar es una cosa que no le va mucho. 

Desde hace ya varios años es la suerte de muchas familias y de muchos y muchas peques al tocarles de profesora. En estas edades no necesitas una profe experta en matemáticas o geografía, lo que necesitas es una profe a la que le importes de verdad y que esté dispuesta a lo que sea para ayudarte… y allí que va María con su chándal, su tupper con la comida y su mochila, más grande que ella misma, para cumplir con esa misión. Luego a casa con su fiel compañero de estudio y de series… Puck! Otro que casi no ha tenido suerte en la vida.

María también se compone de un poquito de cerveza, un poquito de Netflix, bastante sofá, una pizca de pádel y escalada, una gota de surf, algo de música y algo de café, un montón de rucurrucu y un poquillo de presente, algo de mala leche y toneladas de amor. Todo ello y más (receta secreta) bien agitado, con fuerza, con energía, pero también con mucho cariño, para dar como resultado… la suerte de mi vida, mi bicha, mi bombón, mi compañera, mi guerrera, mi ejemplo, mi amiga, mi amante, mi todo y dentro de nada, mi mujer.

Yo no me voy a enrollar tanto, no tengo tanto arte. Digamos que nuestra historia ha evolucionado bastante desde que nos conocimos. De hecho, recuerdo los primeros meses de Magisterio en los que yo por la mañana esperaba el bus mientras veía cómo en la calle de al lado Alberto recogía a otra compañera de clase. Unos meses después nos juntamos con el mismo grupo en la biblioteca de filología y aunque yo no me acuerdo, parece ser que me vaciló respecto a mi altura y desde entonces… juntos en coche cada día a la universidad. No os penséis que siempre conducía él, que a partir de 2º Silvia y yo poníamos el coche y era a él a quién pasábamos a buscar a casa.

Pero bueno, al lío… digamos que no tardé mucho en darme cuenta de que Alberto era una persona importante para mí, aunque tardara 6 años en admitirle que me gustaba físicamente. Porque todo hay que decirlo, en esa época yo ni me lo planteaba y él ya se valoraba bastante solito jeje.

El caso es que Alberto es una persona muy especial, más de lo que él piensa. Mucho antes de ser pareja, ya me lo había demostrado de sobras aguantándome en mis momentos malos cuando ni yo me aguantaba y disfrutando conmigo en los buenos. Y cuando eso pasa te das cuenta de que quieres a esa persona en tu vida y la quieres de verdad aunque en tu cabeza te digas que solo como amigos por no “estropear” nada.

Pero bueno, como los dos somos un tanto complicadetes, de todo esto nos dimos cuenta cuando yo estaba pasando unos meses fuera. Si no fuera por la iniciativa de Alberto, igual habríamos empezado meses más tarde cuando yo volví a Zaragoza o igual no hubiéramos llegado a este punto, quién sabe.

Al lado de Alberto las cosas dan un poco menos de miedo. Además va de chico duro, pero se preocupa como nadie de las personas a las que quiere. Bajo esa fachada acompañada de su característico humor (que no a todo el mundo le hace gracia), se encuentra una de las personas más sensibles que conozco, y sobretodo, la persona que me complementa, mi compañero.